¿CON CUÁL MÉTODO ENSEÑAR A LEER?

Cuando se trata de enseñar a leer, tenemos el reto de encontrar cuál sería el mejor método que podemos utilizar para garantizar los mejores resultados.

A la hora de elegir uno, es pertinente tener presente:

¿Cuál es el objetivo de enseñar a leer?

¿Para qué queremos que un niño aprenda a leer?

¿Cuál es la meta última del proceso de enseñar a leer?

Así podremos verificar cuál es el método que mejor cumple con ese propósito.

Breve referencia histórica de la escritura y la lectura.

La humanidad ha clasificado el pasado antropológico en prehistoria e historia, siendo la aparición de la escritura el elemento que establece una línea fronteriza entre las dos. Para muchos, este es el invento más importante de la humanidad y que permitió la construcción de la civilización que tenemos ahora.

Antes de la escritura, la comunicación era por medio del lenguaje oral y, seguramente, acompañado de señas. Pero esta forma de comunicación presenta dos limitantes referentes al tiempo y la distancia alcanzados por el mensaje emitido.  Estas limitantes probablemente inspiraron la necesidad de buscar otra forma de comunicación que trascendiera la distancia y permaneciera en el tiempo.

Sin entrar en detalles, la arqueología encuentra que hace unos 5.000 a 6.000 años en Mesopotamia surge la primera forma de escritura a la que llaman cuneiforme, en principio se usaba para registrar cuentas, es decir que estaba más asociada a la contabilidad y era muy útil en el comercio.

Pero su uso se fue extendiendo y evolucionando, buscando comunicar más conceptos que se representaban con ideogramas. También en China y Mesoamérica, en distintos tiempos, se crearon formas de escritura ideográfica.

Sin embargo, representar todo el lenguaje con dibujos no es fácil cuando se trata de conceptos no materiales como responsabilidad, tristeza, benevolencia, etc.

Los egipcios encontraron la manera de hacerlo por medio de los jeroglíficos, de los cuales hay mucha evidencia arqueológica. En síntesis, se trataba de combinar varios dibujos para representar nuevos conceptos, usando la sumatoria de los primeros sonidos silábicos de cada dibujo.

Hacia el año 1.200 a. de C. los fenicios configuran el primer alfabeto fonético en el que se dibujaba un signo o caracter para representar cada sonido consonante del habla (eran entre 22 y 28 letras y no incluía las vocales).

Muchas culturas adoptan este modo de escritura y le hacen adaptaciones. Por ejemplo, los griegos le agregan las vocales y crean el alfabeto griego que influyó en muchos sistemas de escritura que fueron surgiendo en Europa.

Usar de base un alfabeto para representar el lenguaje permitió hacer una representación escrita más cercana del lenguaje hablado, logrando que se pudiera escribir cualquier palabra por abstracta que fuera.

¿CÓMO SE HA ENSEÑADO A LEER A TRAVÉS DE LA HISTORIA?

Método alfabético.

Los datos más antiguos de cómo se enseñaba a leer se pueden rescatar de uno de los 5 libros de Dionisio de Halicarnaso que llegaron a nuestros días (La Composición Literaria). De allí se puede inferir que lo primero que se enseñaba era el alfabeto y luego las combinaciones de las letras, primero consonante-vocal y luego vocal-consonante. A este proceso se le conoce como Método Alfabético.

Es importante mencionar que, en los primeros tiempos de la escritura, eran unos pocos quienes aprendían a leer y luego leían en voz alta para los demás. Esto creó la idea que leer era vocalizar el texto.

Parece que lo más habitual era leer en voz alta, aunque hay anécdotas aisladas de lectura en silencio como la que cuenta San Agustín de Hipona en Las Confesiones de San Agustín, quien al ver leer a su maestro San Ambrosio escribió: “Cuando leía, sus ojos recorrían las páginas y su corazón entendía su mensaje, pero su voz y su lengua quedaban quietas”.

Al principio, la escritura se hacía sin espacios entre palabras y sin los signos de puntuación que ahora tenemos, por lo que podría ser necesario que el texto se convirtiera en voz para entenderlo.

La inclusión de reglas ortográficas y gramaticales fueron permitiendo que se entendiera el lenguaje escrito aun cuando se leyera en silencio.

Con la invención de la imprenta por Gutenberg hacia 1.440, se empiezan a producir más libros y con la Reforma Luterana que incitó a leer la biblia de primera mano, surge una mayor demanda del aprendizaje de la lectura.

Empiezan a ser evidentes algunas dificultades del método alfabético por la discrepancia entre el nombre de las letras y su sonido al leerlas en los textos. En la búsqueda de una mejor manera de enseñar se propone el método fonémico. (No voy a usar la palabra fonético por considerar que todos los métodos son fonéticos, ya que buscan relacionar el lenguaje hablado con el escrito; mientras que, al decir fonémico, me refiero a la correspondencia entre cada letra y su sonido).

Método fonémico.

Aparece a mediados del siglo XVII propuesto por Blas Pascal, por un lado y Juan Amos Comenio, por otro.

En 1.658 Juan Amos Comenio publica «Orbis Pictus» (El Mundo en Imágenes), en el que se presentan ilustraciones de animales produciendo sonidos onomatopéyicos como referencia para el sonido de las consonantes.

En esencia, la propuesta era enseñar cada letra del alfabeto por su sonido y no por su nombre. Pero esto conllevó a una dificultad mayor que es muy fácil de comprobar. Intente pronunciar el alfabeto de la a, a la z, pero usando solamente los sonidos.

a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z.

Ya se pudo percatar de la enorme dificultad. Blas Pascal se dio cuenta y dijo que las consonantes se enseñaran acompañadas de las vocales, pero es hasta finales del siglo XVIII que Federico Gedike y Samiel Heinicke proponen el método silábico.

Método Silábico.

Se enseñan las vocales y luego las consonantes se enseñan unidas a las vocales; primero consonante-vocal y luego vocal-consonante. Pero ahí no termina el proceso ya que se pueden hacer muchas combinaciones silábicas con las letras del alfabeto.

En un estudio publicado en la página solosequenosenada.com, se estableció que hay 3.694 silabas diferentes en el idioma español. Tomaron las 92.475 palabras que trae el diccionario de la RAE y con un algoritmo programado para separar sílabas, llegaron a ese resultado. Recordemos que hay sílabas de 1, 2, 3, 4 y hasta 5 letras como drian.

La pregunta lógica sería, ¿cuánto tiempo y esfuerzo tomaría enseñar todas esas formas silábicas?

A estos tres métodos se les clasifica como sintéticos porque parten de la unidad más pequeña hacia lo más grande. Los resultados han sido ampliamente cuestionados porque generan una lectura muy lenta y una baja comprensión del texto. Además de ir en contra de los procesos naturales de percepción holística del niño (Globalización, sincretismo o visión de conjunto que es propia en la mente del niño, Decroly, Ausubel, Piaget, Vygotsky).

Método analítico o global

Desde finales del XVIII Joseph Jacotot, El religioso Fray, José Virazloing y el mismo Federico Gedike hacen planteamientos sobre la necesidad de equiparar la enseñanza de la lectura a los procesos naturales con los que se aprende a hablar; buscaban que la lectura lograra su principal objetivo, la comprensión. Así se dan las primeras bases de lo que terminaría planteando de una manera más organizada Ovidio Decroly empezando el siglo XX.

Por la descripción del método global se deduce que la intención era equiparar la enseñanza de la lectura a los procesos internos de pensamiento del niño, que serían holísticos o sincréticos. (Sincretismo del niño según Piaget, es la característica que tienen los niños de ver primero el todo antes que las partes que lo componen. Decroly había percibido lo mismo y usó la palabra globalización, de ahí el nombre de método global).

¿Cómo se enseña a leer actualmente en Latinoamérica?

Para elegir cuál es la mejor metodología para enseñar a leer, hoy tenemos la ventaja de poder analizar los resultados que se han obtenido y que se están obteniendo donde se practican las diferentes metodologías.

La primera referencia obligada es mi propia experiencia. A mí me enseñaron con una combinación de los tres métodos sintéticos (alfabético, fonémico y silábico) y es mi obligación contar que los resultados fueron muy regulares. Aun cuando yo reconozco las letras del alfabeto y sé combinarlas para formar todo tipo de sílabas, hasta la llegada a la universidad mi lectura era muy lenta y poco comprensiva. Tuve que reaprender usando técnicas de visualización rápida de palabras y frases, y ejercicios cognitivos para leer comprensivamente los textos. No solo me pasaba a mí; prácticamente todos los compañeros tenían las mismas dificultades.

Hace 21 años que tengo permanente contacto con educadores de los distintos países de la región, puesto que me dedico a promover la lectura, y puedo corroborar que la gran mayoría de jardines infantiles y colegios de Latinoamérica enseñan con los métodos sintéticos (alfabético, fonémico y silábico).

Basta con ver los resultados de las pruebas PISA para corroborar que los resultados no son los esperados. También podemos dialogar con los profesores universitarios, quienes nos van a confirmar la precaria lectura con la que llegan la mayoría de los estudiantes a estas instancias de su formación académica.

Es verdad que culturalmente no tenemos el hábito lector formado y por ello los índices de lectura son bajos, pero la mala comprensión también depende en gran medida de cómo se enseña a leer.

Aquí me atrevo a plantear una respuesta a la pregunta ¿para qué aprendemos a leer?

Más allá de la poesía que se construya alrededor del acto de leer y los múltiples beneficios que genera, saber leer es comprender el mensaje escrito.

Hay que tener esta premisa presente al momento de elegir una metodología para enseñar a leer. De lo contrario, terminaremos preparando más analfabetas funcionales (Buenaventura Fontán). Este término lo acepta la UNESCO para referirse a quienes conocen las reglas fonéticas y gramaticales de un idioma, pero que al leer un texto no lo entienden.

¿Qué método se acerca más a los postulados de la neurociencia?

Cuando reviso diferentes reportes sobre los resultados de distintos métodos para enseñar a leer, encuentro que todos presentan ventajas y desventajas. Pero noto que las mayores desventajas se presentan con los métodos sintéticos (los que fraccionan el lenguaje en letras y sílabas), que no son fáciles de solucionar con los descubrimientos de la neurociencia y que, por el contrario, contradicen principios fundamentales sobre cómo aprende el cerebro del niño.

El matemático y doctor en psicología Stanislas Dehaene, autor del libro, El Cerebro Lector, propone más de lo mismo. En su reciente visita a Colombia dijo, básicamente, que lo que se está haciendo es lo que se debe hacer: “entrenar la ruta fonémica enseñando la correspondencia grafema-fonema».

Me llamó la atención que nadie le advirtiera al Dr. Stanislas Dehaene que eso es lo que se está haciendo y que, sin embargo, los resultados siguen siendo malos. Solo en una entrevista que vi en internet, le escuché decir que obviamente los resultados del laboratorio había que contrastarlos con la realidad porque muchas veces no coinciden y que es necesario que los científicos hablen con los pedagogos y psicólogos para poder hacer propuestas integrales realmente funcionales. Una cosa es la teoría, otra la práctica y otra la aplicación.

En la presentación que hicieron para la Secretaría de Educación de Bogotá, primero intervino su esposa la Dra. Ghislaine Dehaene-Lambertz, quien ponderó la genialidad lingüística de los bebés haciendo referencia a que, desde los dos meses de vida, ya son capaces de distinguir entre diferentes sonidos silábicos o que antes del primer año ellos detectan cuando les hablan en otro idioma. Eso revela una gran sensibilidad fonética desde muy temprana edad. Después ocurrió la intervención del Dr. Stanislas, quien dijo que había que esperar a los 7 años para empezar la enseñanza de la lectura porque los niños eran incapaces de hacer consciencia fonológica antes de esa edad. De ahí podemos deducir las contradicciones de la ciencia, incluso entre dos neurocientíficos que son esposos.

Principios que se contradicen al usar métodos sintéticos.

1.     Rompe con el principio de generalización. El niño atiende primero al todo, que a las partes que lo componen (pensamiento holístico o sincrético propio del niño). Por eso va en contra de los procesos naturales de aprendizaje.

2.     No se cumple con el aprendizaje significativo. Las letras o sílabas son abstractas. Para que el niño las recuerde, se requiere hacer asociaciones artificiales que alejan de la comprensión de lo que se está leyendo. Para leer la palabra feliz, el niño debe recordar que es la f de foca, la e de elefante, la l de león, la i de iglesia y la z de zapato.

3.     Obstaculiza el desarrollo de la principal función del cerebro: “Predecir” (Rodolfo Llinás, 2.001). A partir de las palabras mamá y papá, el niño puede deducir la palabra mapa y así desarrolla su intelecto. Pero explicándole que la m con la a suena ma, le quitamos esa posibilidad y lo hacemos dependiente del adulto que le explique, (Jaques Ranciare, El Maestro Ignorante, 2.003).

4.     Atenta contra los principios psicológicos y emocionales que son fundamentales para la motivación a aprender. El aprendizaje se torna mecánico y memorístico. La neurociencia dice que al cerebro hay que emocionarlo para que aprenda.

5.     Por ir de la parte al todo va en contra del constructivismo y el proceso se hace más conductista.

6.     Se crea memoria implícita (memoria muscular) que condiciona a una lectura silábica y fatigosa para los músculos que mueven los ojos.

7.     Por efecto del principio de generalización especular (las cosas no cambian por estar orientadas a la derecha o a la izquierda), se induce a la confusión de letras parecidas como la b y la d o la p y la q. (Dislexia didactogénica)

8.     No son apropiados para estimular la lectura desde temprana edad, que es la recomendación más común entre quienes fomentan la lectura para construir el hábito en los niños. Es lo que más funciona en Finlandia donde los padres leen a sus hijos desde que son bebés, quienes de forma natural van aprendiendo a leer sin necesidad de explicarles letra por letra a silaba por silaba. (Método natural).

9.     Se subestima la capacidad del cerebro para extraer patrones de los hechos, hacer engramas y formar algoritmos que usa para hacer nuevas construcciones.

10. Si el objetivo de proceso académico es enseñar a pensar, estos métodos no favorecen ese propósito.

¿Qué hay con las desventajas de los métodos analíticos?

En contraposición, vemos que los métodos analíticos o globales cumplen con casi todos estos postulados. Lo que se presenta como desventaja de estos métodos, es que al aprender por palabras completas y no tener una correspondencia grafema-fonema, los niños no podrían leer palabras nuevas.

Aquí conviene contar que mis dos hijos aprendieron con un método analítico. Se usaron palabras y frases desde que mi hija tenía 18 meses y mi hijo un año. Las letras las vieron de forma individual cuando aprendieron a escribirlas después de los 4 años. Era necesario explicarles la dirección del trazo de cada una de ellas y en ese momento las vieron de forma individual. Pero para ese entonces, ya sabían leer.

Por fortuna, para un mejor testimonio de su lectura, grabé algunos videos de mi hija cuando tenía 5 años, en los que lee textos con vocabulario complejo. Está publicado en YouTube con el nombre: Resultados del programa Yo Soy Muy Inteligente, que todos pueden ver y analizar.

¿Cómo se logra un buen nivel de lectura?

Siguiendo los principios de la pedagogía, la psicología y la neurociencia que dan cuenta de cómo aprende mejor el cerebro de los niños.

Así como Noam Chomsky dice que en el cerebro humano hay una especie de gramática generativa innata, yo planteo que también hay una fonética generativa innata. Según Chomsky, todos nacemos con la capacidad de aprender cualquier idioma y basta con nacer en un entorno en el que se hable un idioma para que lo aprendamos sin tener que ir a la escuela a que nos expliquen sus reglas gramaticales. El cerebro humano va extrayendo patrones del lenguaje que escucha, hace engramas y construye algoritmos que después aplica para elaborar nuevas expresiones.

Un ejemplo, que casi todos hemos observado, es cuando un niño dice “yo andé por el parque”. Como ha escuchado decir: yo canté una canción, yo bailé en la pista, yo cené tarde, etc. y si no ha escuchado que la gente diga: yo anduve por el centro comercial, yo anduve de viaje, él cerebro asume que se dice andé, porque extrajo ese patrón y lo aplicó.

La teoría predictiva del cerebro (David Heeger, de la Universidad de Nueva York) dice que permanentemente estamos confrontando nuestras predicciones con la realidad para afirmar los engramas y algoritmos usados o para aprender unos nuevos que hacen excepción a la regla.

Los niños nos confirman permanentemente esta facultad de predecir aplicada al lenguaje, cuando los escuchamos decir: hagaran, jueguemos, poniera, etc.  Claramente se deduce que no las dicen porque las hayan escuchado, pues los adultos no hablan así. Lo más seguro es que las predicen así usando patrones extraídos de lo que han escuchado en el pasado.

Tengamos presente que la escritura es una forma de comunicación que se desprende de la verbal, no es independiente ni aislada y como forma de comunicación obedece a las mismas reglas de la comunicación hablada. De hecho, los signos de puntuación buscan asimilar lo escrito a lo hablado. Por lo tanto, si el cerebro extrae patrones del lenguaje hablado para hacer predicciones, ¿por qué no lo habría de hacer con el lenguaje escrito?

¿Qué les ha faltado a los métodos analíticos para ser eficientes?

La capacidad predictiva del cerebro se agudiza cuando se alimenta con muchos datos. El cerebro usa la estadística para validar los aprendizajes. Así como los resultados de las encuestas son más aproximados en la medida en que se tomen más muestras, el cerebro acierta en sus predicciones en la medida en que recabe más datos.

El programa Yo Soy Muy Inteligente funciona porque utiliza el principio de la disposición con base lúdica, de repetición espaciada y el disfrute del efecto. Jugamos con las mismas palabras mostrándolas 5 veces en la mañana, 5 al medio día y 5 por la noche, durante 6 días. En total, el cerebro del niño recibió 90 impactos de cada palabra.

Por un lado, damos espacio a la mielinización de los circuitos neuronales implicados en ese aprendizaje; esa mielinización se da en los intervalos entre las prácticas. Por otro lado, el cerebro tiene la posibilidad de extraer los patrones de ese lenguaje para aplicarlos a la lectura de nuevas palabras.

Así, un niño termina por comprender que en mamá hay un sonido que se repite y lo confirma en la lectura donde «ma» se repite también. Con papá pasa lo mismo, y cuando vea la palabra mapa, termina por confirmar el patrón.

Lo más maravilloso de esto es que estamos permitiendo que el niño, a través de esta experiencia, logre su desarrollo cognitivo, lo estamos dejando pensar.

La consciencia fonológica es el resultado de hablarle de forma clara y abundante a los niños, porque ellos tienen un cerebro extraordinario dotado de una gramática generativa y de una fonética generativa que se encarga del resto. Todos somos conscientes del sonido de letras como la j, la k, la q y la g, y aunque no podamos pronunciarlas de forma individual, si lo hacemos cada que hablamos de forma natural.

Ahora será más fácil comprender por qué el programa se llama: YO SOY MUY INTELIGENTE. Entendimos que el niño es muy inteligente y solo necesita los estímulos adecuados que le permitan vivir las experiencias para desarrollar su inteligencia.

Conclusión

No hay discusión respecto a que se necesita la consciencia fonética para aprender a leer. La polémica puede darse en la forma de hacer las experiencias para desarrollar esa consciencia fonológica.

Los que defienden los métodos sintéticos (alfabético, fonético o silábico) asumen que los niños necesitan que fraccionemos el lenguaje en letras y les expliquemos su sonido de forma individual. Esto se asemeja a la teoría conductista, tan cuestionada últimamente. Hay un énfasis en entrenar la ruta fonémica y se presta poca atención a la ruta semántica que es la que genera la tan anhelada comprensión lectora.

Los que defendemos los métodos analíticos (método natural, método global, método de palabras, y desde mi perspectiva el método funcional) asumimos que el niño es capaz de extraer patrones del lenguaje, tanto hablado como escrito, para hacer construcciones nuevas. Estos métodos se asemejan más a la teoría constructivista. Permiten entrenar la ruta semántica y lograr una buena comprensión lectora.

Por la manera como el cerebro aprende y por el objetivo de enseñar a leer, yo recomiendo usar métodos analíticos y complementarlos con el principio de repetición espaciada, que englobaría el método funcional que es el que yo propongo en el programa YO SOY MUY INTELIGENTE.

Jorge Eliécer Gómez López

Noviembre 15 de 2.023